miércoles, 9 de octubre de 2013

El abrazo del astronauta

Propuesta para el concurso "4 relatos buscan 4 ilustradores"


El astronauta Jack dio un pequeño salto que le elevó casi un metro sobre la superficie lunar. La misión estaba completada: las piedras recogidas, el polvo guardado en bolsas herméticas, las fotos hechas, todo, en fin, preparado para regresar a casa. Pero el astronauta Jack tenía una misión personal que aún no había completado y que, bien mirado, era la razón última y verdadera por la que durante años había luchado para poder estar ahora en mitad del cráter Tsiolkovsky. No es cuestión de irlo comentando por ahí, pero, qué diablos, a Jack le traía al fresco la investigación de la NASA y el orgullo americano de ser el único país que iba y venía al satélite terrestre cada vez que el presidente creía necesaria una demostración de poderío espacial. Supongo que a cada uno le impulsan secretos íntimos e inconfesables en la vida, y que es posible que detrás de las grandes hazañas se encuentren en muchas ocasiones fuerzas que de saberse restarían mérito a lo conseguido. Pero, miremos el lado positivo, de no haber sido por eso, Jack nunca hubiese aguantado, por ejemplo, que durante meses cada día le subieran a las seis de la mañana a una máquina que daba vueltas y más vueltas para ver cómo respondía su cuerpo ante tirones gravitatorios extremos. Así que el bueno de Jack le dijo por el intercomunicador a Mike: Mike, ahora voy. Y Mike le respondió: ahora es ahora, Jack, tenemos cuatro minutos de autonomía en nuestros tanques de oxígeno. Y Jack colocó sobre el suelo lunar el brazo articulado que llevaba para recoger rocas y escribió: Jack loves Jane, que quiere decir Jack ama a Jane.

Cuando el helicóptero les recogió en mitad del océano Pacífico y les llevó al portaaviones y vio a Jane, la abrazó y le susurró al oído: tengo que contarte algo, no te lo vas a creer. Pero Jane, vestida con un trajecito azul de tirantes muy finos, falda justo por encima de las rodillas y espalda al aire, echándose hacia atrás y escapando del abrazo del astronauta, le tapó la boca y le contestó: ahora que todo ha terminado y que estás a salvo en casa, he de decirte algo yo a ti: voy a tener un hijo con Peter. ¿Qué Peter?, dijo Jack. Peter Steiner, contestó Jane. Entonces Jack, que aún llevaba puesto el traje espacial, se dio la vuelta, con la escafandra en la mano derecha, y miró la luna, que estaba saliendo en ese mismo instante del fondo marino.

Ismael Rozalén


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